Si es posible, me gustaría hacerte un regalo. Siéntate o túmbate tranquila. Déjate sostener por la silla, el sofá o la cama, y cierra tus ojos. Respira amplio y profundo. Observa tu mente.
¿Sientes que está oscurecida por algo que te preocupa?
¿Alguien ha hecho algo que no te ha gustado y no puedes dejar de pensar en ello?
¿Hay algo que te gustaría que sucediera en tu vida y no acaba de darse?
Si puedes, simplemente toma consciencia del discurso que hay en tu cabeza. Darte cuenta es el primer paso para poder soltarlo y estar más presente en la vida que es y no en la que te montas en tu mente.
Yo también he hecho esta práctica y, después de hacerla, me han nacido ganas, desde mi calma interna, de compartirte algunas cosas que me han ayudado en el camino de “estar bien” e “ir dejando el sufrimiento”.
1. Coser mis partes rotas.
2. Habitar mi cuerpo.
3. Dejar ir las alertas y relajarme.
4. No hacer caso de todas las propuestas o ideas que me trae mi mente.
5. Dar espacios de silencio para que mi sabiduría interna, mi propia guía sabia, emane y me hable.
Te cuento ahora un poco más de cada uno de ellos.
1. Coser mis partes rotas. A lo largo de mi vida, por situaciones que viví en las que no me sentí sostenida, fui disociándome de partes de mí para poder seguir adelante sin tanto miedo, dolor… Cuando comencé el camino de la consciencia vi que caminar incompleta era algo que me traía más dolor, porque al no sentirme íntegra, no creaba relaciones, situaciones o trabajos que fueran satisfactorios para mí, que atendieran todas mis partes. Por tanto, creaba algo que me iba a generar frustración, y lo hacía, porque no tenía todos mis trocitos. Cuando me di cuenta, me dispuse en el trabajo de recuperar todas aquellas partes de mí que había ido perdiendo. 2. Habitar mi cuerpo. Cuando nuestro hijo Pau era pequeño, un día me di cuenta de que me costaba mucho mantenerme mirándole jugar sin yo hacer nada, simplemente presente. Un día decidí hacer un experimento para ver qué pasaba. Hice el “esfuerzo” de quedarme en su presencia sin hacer, y me salió mucho sueño. Le pedí a mi compañero que se quedara a su cuidado y me fui a dormir. Varias veces al día repetí esta dinámica. Por la noche tuve un gran darme cuenta. En mi cuerpo había mucho agotamiento porque no paraba quieta para evitar sentir el dolor que guardaba. Iniciar el proceso de habitarme con consciencia ha sido muy jodido a ratos, pero me trae cada vez más presencia y mayor descanso. 3 y 4. Dejar ir las alertas y relajarme, y no hacer caso de todas las propuestas o ideas que me trae mi mente. Ligado al proceso de habitar mi cuerpo, me di cuenta de que había dentro de mí un estado de alerta que me impedía relajarme de una manera profunda y a la vez cuando llegaba a esos estados, flipaba con las experiencias que tenía. Veía con mucha más claridad la forma de las hojas de los árboles, el movimiento de las nubes, la belleza de nuestro hijo, el sonido de los pájaros… Incorporar la meditación en mi vida, poner consciencia en relajar y soltar, es otra cosa que he hecho en mi camino de crecimiento personal que va trayendo a mi vida cada vez más encuentros hermosos con otras personas, con el bosque, con el mar, y me permite discernir, dentro de todo lo que mi mente me cuenta, entre aquello que merece la pena atender y aquello que solo es una mera distracción de la verdadera vida. 5. Dar espacios de silencio para que mi sabiduría interna surja y florezca mi guía interna. Es algo que se ha dado durante los últimos años y que me trae mucha alegría. Escuchar mi propia guía sabia, me hace no depender de nadie a la hora de tomar una decisión. También saber que esa decisión no va a “liar más la situación”, porque no la tomo desde un estado de secuestro emocional, sino desde un lugar de presencia y cuidado. Es verdad que a veces mi guía me dice que hay lugares de los que he de marchar, cosas a las que he de decir no, o me invita a mirar un daño que he causado. Así, escuchar nuestra propia guía sabia no es siempre algo bonito, y a la vez es muy auténtico. Lo que nos muestra nuestra mujer guía sabia es el camino de la liberación de la prisión en la que estamos y que de alguna manera hemos cocreado. |
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