Hoy en mi meditación he visto muchísima claridad una sensación que lleva años viniéndome y que, si no estoy atenta, me secuestra: es miedo, pero viene disfrazado.
El miedo es una de las emociones básicas y tiene la función de avisarnos de un peligro para que podamos preservar nuestra vida.
Seguro que lo has experimentado cuando estando a punto de cruzar la calle has visto un vehículo se acercaba a toda velocidad y eso te ha hecho esperar en la acera.
O el día antes de un examen, cuando una sensación corporal incómoda te ha llevado a revisar si ya sabías lo suficiente o necesitabas estudiar un poco más.
Son “miedos sanos”, que todas podemos identificar y que tienen una función muy clara.
El tema está en que de manera MUCHO MÁS HABITUAL de lo que pensamos, vibramos en miedo sin darnos cuenta de ello, y de un miedo que parece no tener ninguna función.
¿A qué me refiero?
Me refiero a que cada vez que estamos procrastinando hacer algo, en realidad, es porque hay algún miedo que nos “secuestra” dificultándonos pasar a la acción.
Pero también cada vez que vamos de bólido a hacer la lista de cosas que tenemos pendientes es el miedo el que está actuando, exigiéndonos un nivel de acción que nos daña el cuerpo y que, en lo profundo, solo responde al miedo que tenemos de ser rechazadas por no ser “perfectas, eficaces, profesionales, buena madre…”
Y con esto no quiero decir que no tengamos que dejarnos sentir el siguiente paso (que es diferente que procrastinar), ni que tengamos que dejar de lado nuestra lista de responsabilidades (que diferente a ir estresada para llegar a todo).
Estoy diciendo que hay un ritmo sano, equilibrado, que nos permite Vivir y Hacer con presencia, enraizadas, abiertas a la información que nos llega de nuestra Alma o a las señales de la vida.
Un paso que nos permite atender con cierta armonía nuestras áreas.
¿Y cómo lo hacemos con estos miedos tan desequilibrantes?
Hay emociones que nos vienen de atrás, aunque no sepamos de su existencia. Que nos vienen de nuestro padre, madre o de nuestro árbol genealógico, que las hemos adoptado de nuestra familia de origen sin tener conciencia de ello.
Son emociones desproporcionadas, sin mucha conexión con lo que está pasando aquí y ahora, pero a la vez las tenemos “muy pegadas” y nos quitan libertad.
¿Y cómo es que nos llegan?
Por el campo de resonancia morfogenético, que es ese campo invisible que hace que se muevan al unísono la bandada de pájaros o el cardumen de peces.
Resulta que, tanto tú como, yo formamos parte del campo de resonancia morfogenético de nuestro sistema familiar, y a través de ese campo recibimos información y emociones.
Si una antepasada tuya sufrió daños por hacerse visible, por mostrar sus dones o por tener éxito, es muy probable que hoy en día te resulte difícil exhibir tus talentos o buscar el éxito por un miedo inconsciente a enfrentarte a un destino similar al de ella.
De ahí que procrastines algunas de las cosas que quieres hacer por mucha ilusión que te hagan o por mucho tiempo que lleven acompañándote.
Y si una antepasada tuya perdió un hijo pequeño porque confió en que el médico llegaría a la aldea y no llegó por la tormenta, es probable que, cuando menos te lo esperas, te atrape una sensación loca de que has de hacer tú las cosas, porque si no algo malo va a suceder.
¿Tiene sentido para ti lo que estás leyendo?
¿Lo identificas en tu vida?
Tranquila, porque esto tiene nombre y apellidos, no tienes ninguna tara.
A esto, en el contexto de las constelaciones familiares, se le denomina “estar implicada” con un ancestro. Y sucede porque de manera inconsciente nos identificamos por amor ciego con algún familiar anterior para compensar su sufrimiento. La realidad es que esto no ayuda a tu antepasada, ni te ayuda a ti, solo nos resulta un lastre.
¿Y cómo me libero de esta implicación?
Lo primero es observarte para ver si, de manera habitual, hay alguna emoción o hábito que se te dispara sin que puedas evitarlo.
Para hacer esto no hace falta que seas una meditadora zen. Llevas muchos años contigo y sabes en lo profundo qué “tics” te secuestran, además, es probable que ya te lo haya nombrado tu pareja, tus amigas… Y seguramente hasta te fastidie que te lo digan. A mí me pasaba.
Y una vez que lo detectas puedes abórdalo a través de una constelación familiar energética.
Una constelación familiar te permitirá:
- ampliar tu mirada sobre ese asunto,
- dejar de estar tomada por ese “amor ciego” que te hace implicarte con el familiar anterior,
- reconectarte a toda la gente que tienes detrás desde un lugar de agradecimiento y ligereza (a pesar de lo doloroso que haya sucedido),
- y ganar libertad de acción para vivir y crear tu vida más desde la Verdad que Eres y no desde la implicación que estás encarnando.
La constelación familiar energética, además, cuida y ordena el campo energético para que entres en la constelación desde un lugar de centramiento y Luz, para que no te lleves a tu casa densidades que no son tuyas al terminar, y para que te sientas sostenida en el proceso posterior a la constelación.
Mi experiencia personal con mi abuela
Hace justo 20 años que investigo mis implicaciones con mi sistema familiar.
Antes sentía que iba por mi vida como pollo sin cabeza, carente de sentido vital, sin profesión clara, con dificultad para establecer una relación de pareja, para nombrar mi necesidad y establecer límites, conectar con mi vulnerabilidad madura…
Recientemente he vivido un gripazo y, cuando comenzaba a sentirme mejor, vi con claridad cómo venía el miedo, disfrazado de sensación motivadora, para que me levantase de la cama y “me pusiera a hacer algo productivo”.
Ha sido tan bonito poder verlo, reconocerlo, abrazarlo y decirle:
-No me levanto, mi vida no corre peligro si me quedo aquí descansando y aun no me pongo a trabajar.
Quien corría peligro era mi abuela biológica, porque tuvo que entregar a mi madre en una casa cuna para no ser castigada y rechazada.
Este miedo es de ella, no mío. Ella sí tuvo que levantarse de la cama recién parida para hacer algo.
A ella le doy las gracias por la vida que le dio a mi madre y llega hasta mí.
-Abuela, te doy un lugar en mi corazón, y dejo contigo lo que es tuyo.
Me gustaría mucho acompañarte a liberarte de las implicaciones que estás llevando para que puedas estar más presente en tu vida, desde la sabiduría que hay en tu árbol y no desde el peso que te limita.
Para que puedas hacer tu camino sintiendo apoyo detrás.
Si sientes el llamado de hacer un proceso transformador para colocarte definitivamente en otro lugar en tu vida, dueña de tu energía, y maternándote en tus necesidades y llamados, el 2 de marzo comenzamos la Formación de Constelaciones Familiares Energéticas.
- Una enseñanza de dos años que te llevará a un proceso profundo de crecimiento personal y espiritual.
- Una capacitación profesional para que puedas acompañar a otras personas a través de las constelaciones familiares energéticas, o bien incorporarlas en el trabajo que ya realizas.
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Luz para cuidar de ti.