Hoy me apetece compartir un rato juntas para contarte lo que ha supuesto para mí abrirme a ver más allá de lo que se ve a simple vista.

Cuando era joven no me daba tiempos de autocuidado y estaba bastante perdida. No acababa de digerir experiencias dolorosas que había vivido, no terminaba de decidirme porqué estudiar o qué trabajo realizar, sentía un vacío grande dentro de mí…

Y llegó un momento en que me puse manos a la obra porque quería estar bien.

Inicié todo un camino que me ha llevado años y me ha traído más paz y equilibrio, apertura de corazón, responsabilidad, nuevas vivencias…

Son muchas las personas y cosas que me han ayudado, pero hay una que ha sido un antes y un después en mi vida:

Preguntarme: “¿para qué he tenido que vivir este hecho o situación?”

La primera vez que me dijeron:

– Eso que me cuentas y que tanto te dolió: ¿Para qué te parece que tuviste que vivirlo?

¡¡¡Hasta me molestó!!!

De alguna manera “querían sacarme” del lugar de víctima en el que estaba que, aunque no me daba felicidad, era muy conocido por mí. Además, yo ni siquiera me había dado cuenta de que me colocaba en ese lugar.
Pero, horas más tarde me llegó una comprensión a nivel intuitivo, me llegó la información que me explicaba para qué había vivido eso. Que me aclaraba para qué yo había elegido tener esa experiencia en esta vida.

Entonces comencé a percibir que hay un sentido transcendental en nuestra vida y que las cosas no nos pasan porque sí.

Que lo que nos pasa está relacionado con aquello que hemos venido a aprender y a entregar al mundo en esta encarnación. 

¿Te resuena lo que te cuento?

Para mí comprender esto con claridad fue muy grande. Pude alcanzar la paz en temas que me inquietaban a pesar de haber hecho terapia y me empoderó.

Comprenderlo me dio respuestas entonces y me da respuestas que me ayudan ahora en mi vida y en las decisiones que tomo para mi camino.

Te voy a poner un ejemplo de los muchos que tengo para que me entiendas mejor.

Como seguramente sabes vengo de una madre que fue dejada en una casa cuna. Mi madre, que lo hizo lo mejor que pudo, estaba poquito en casa cuando éramos pequeños. Además, no tenía autosostén y no nos pudo ofrecer un sostén emocional.

Eso hizo que yo la echase mucho de menos y que muchas veces hiciera de madre de mis hermanas.

Cuando me abrí a ver “¿para qué elegí vivir esta experiencia?” me llegaron varias cosas:

• Lo elegí para saber en carne propia qué es NO ser sostenida y tener entonces la fuerza para explorar el camino del autosostén, tanto para mí misma como para mostrárselo a otras mujeres.
• Lo elegí para poder distinguir entre lo que es autosostenerse e ir de superwoman.
• Lo elegí para ver la importancia de la presencia y de la escucha para poder ofrecérmelo a mí misma, a los otros, y mostrar este camino a otras mujeres.

Estas respuestas le dan mucho sentido a mi trabajo, a mi vida, a mis relaciones y me permite mirar mi historia desde la Luz y no desde la herida.

Que es muy, muy diferente.

Y es que no podemos cambiar nada de nuestro pasado, pero sí podemos cambiar la manera que tenemos de relacionarnos con ese pasado. Ver el para qué de lo vivido no solo sana, sino que nos abre a nuestra misión.