Muchas de nosotras tenemos dificultades para ubicarnos en la vida en el lugar que hay para nosotras.
En el lugar que tenemos en nuestra familia de origen; en el lugar que nos corresponde en la familia que hemos creado, si es el caso; en el sitio que nos toca en nuestra relación de pareja actual o en relaciones que hemos tenido; en el puesto que nos pertenece en nuestro trabajo o desarrollo profesional; e incluso, en el espacio adecuado en nuestras relaciones de amistad.
¿Y cómo es eso?
Cada una de nosotras tiene su propia historia y no tiene sentido generalizar, y a la vez, compartimos que:
Vivimos en un estado de consciencia patriarcal donde lo masculino está por encima de lo femenino o, donde lo femenino es considerado de segunda categoría, con respecto a lo masculino.
Y, desgraciadamente, esto es así para muchas mujeres y podemos verlo, por ejemplo:
- Cuando damos prioridad a nuestro hijo varón con respecto a nuestras hijas hembras.
- Cuando preferimos mostrar a los demás una imagen nuestra de autosuficiencia y resolución, a pesar de estar viviendo algo muy triste o doloroso, en lugar de permitirnos mostrar nuestra vulnerabilidad o nuestra necesidad de escucha y sostén.
- Cuando estamos en un grupo de personas, donde hay hombres y mujeres, y buscamos, inconscientemente, la mirada o la aceptación del hombre respecto a eso que estamos compartiendo.
- Cuando en un proyecto, del tipo que sea, damos más importancia a la meta y a los resultados y desatendemos o valoramos poco lo que sucede por el camino, lo que se da en el proceso. También, cuando dejamos de tener presente lo que ese proyecto nos pide con respecto a nuestra propia energía o nos roba tiempo de autocuidado.
Vivimos en una gran pecera donde el agua sabe a patriarcado y cala profundo en nuestros tejidos provocando, sin que nos demos cuenta de que nosotras mismas somos las perpetuadoras de esta situación.
Esta “verdad” secreta, que dice que lo masculino es más valioso que lo femenino, impregna aún muchos hogares y familias que crecen y se configuran en otras nuevas.
Y aunque a simple vista no lo parezca, esta situación también afecta a los hombres impidiéndoles vivir y mostrar su sensibilidad o fragilidad con dignidad, enviándolos aún, a día de hoy, en muchas familias o zonas geográficas, a un lugar de exclusión, debilidad o poca valía, si caminan en esta dirección.
No resulta fácil para las mujeres ubicarnos en nuestro lugar sin sentir que somos de segunda categoría, sin experimentar vergüenza porque sangramos una vez al mes, sin pasar miedo a que nos critiquen por nuestra emocionalidad cíclica, por hacer y tomar decisiones desde nuestra capacidad de intuir o por percibir realidades sutiles.
Incluso entre las mismas mujeres no nos lo ponemos fácil.
Así que dar un paso adelante para ubicarnos en nuestro lugar y sostener todos los procesos, que eso desencadena dentro y fuera de nosotras, es una tarea de tiempo, un viaje de crecimiento personal y sanación, y un boleto asegurado de relaciones que van a recolocarse de otra manera e incluso van a romperse.
Citaba Nelson Mandela en su discurso de toma de posesión tras su largo e injusto encarcelamiento a la gran poeta Marianne Williamson:
“Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite. Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta…. No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras… Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo. Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás”.
Ubicarnos en nuestro lugar tiene que ver, de alguna manera, con permitirnos brillar, con dejarnos ser luz, y con mirarnos con buenos ojos a nosotras mismas, si nuestra frecuencia vibratoria está alta, aunque no sea lo habitual en nuestra familia o en la sociedad que nos rodea.
Desde esta perspectiva, y dando un paso más, me vienen estas frases para dejárnoslos sentir en nuestro interior y, si sentimos que nos hacen bien, empaparnos por ellas:
Me doy permiso para brillar y comprendo que mi brillo no eclipsa a nadie.
Veo con buenos ojos que la otra persona brille, y sé que su brillo no eclipsa el mío.
Seamos amables con nosotras mismas diciendo SI a nuestro propio brillo y dejando ir el miedo de dañar a otros por brillar. Si los otros lo perciben sentirán también inspiración para darse permiso para brillar.
Seamos amables con nosotras de forma que, cuando otros brillen, podamos acoger el miedo de nuestras niñas interiores a ser eclipsadas. Acunémoslas comprendiendo que el brillo de los otros no nos ensombrece sino todo lo contrario, nos da el permiso para expandirnos.
Cuántas más personas nos permitamos ser luz y vibrar en alta frecuencia, más amorosos serán los hogares. A la vez que las empresas y los proyectos, formados por personas que brillan, serán más cuidadosos con las personas y el planeta.
Si a día de hoy, tienes miedo a brillar o no sabes cómo hacerlo para conectar con tu propia Luz y expandirla, te recibo en la Formación Mujer Guía para que puedas vivir un proceso de crecimiento personal, sanación y empoderamiento para que camines desde la Mujer Guía que hay en ti y puedas entregar al mundo las bendiciones para las que has venido.
P.D: Cuando escribo este artículo estamos bajo la influencia del solsticio de verano, conocido como Litha en la sabiduría celta. Litha es el momento de darnos el permiso para salir al mundo mostrando quienes somos sin miedo a eclipsar o ser eclipsadas, si estás haciendo el viaje de Mujer Madre Tierra ya lo habrás experimentado a través de las dinámicas que te propongo.
Bendiciones para ti y también agradecimiento por tu tiempo y confianza,
Carmen
2 comentarios en «Permiso para brillar»
Me encantó,para mí es una gran reflexión, fue hermoso cuando cai en cuenta que mi comportamiento muchas veces reprime mi luz para no mostrarme o creer que eclipso al resto de las personas, muchas gracias por compartirlo!!!!
Hola Yhicel,
Muchas gracias por escribirnos, que bueno que te hayas dado cuenta de como reprimes tu luz. Seguro que estás mas cerca de hacerla visible.
Un abrazo!